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jueves, 26 de agosto de 2010

NAVES EXTRATERRESTRES EN LA TIERRA

Desde siempre, los gobiernos del mundo han negado las visitas de naves extraterrestres a nuestro planeta pretendiendo relacionar su presencia con extrañan apariciones o formaciones de nebulosas celestes u otro cualquiera de los términos usuales para dicho fin, pero siempre negando.
Se niega su existencia, se niegan sus incursiones en la Tierra y se niega todo lo que se relacione con la materia.
Un intento de esta naturaleza, lejos de apagar el interés por el tema, despierta cada vez más el aansia de saber en toda la conciencia pública frente a la luz de las incursiones cada vez más frecuentes y persistentes de dichos artefactos.
Ante el interrogante sólo cabe una pregunta en nuestra mente: ¿Por qué? ¿Será porque sus incursiones a este planeta podrían provocar un pánico colectivo? ¿Será porque los enormes adelantos científicos que ellos poseen nos harían aparecer como seres primitivos e irracionales?
¿Será porque determinados sectores de algunos países pretenden apoderarse de sus tremendas fuentes de energía y de los secretos que los originan? ¿O porque su contacto pondría en evidencia que gran parte de nuestra ciencia terrestre, sobre todo la nuclear y espacial, estaría yendo por caminos peligrosos y equivocados?.
Al respecto entendemos que la mayoría de estos interrogantes y muchos otros podrían ser aclarados si no se obstaculizara la libre difusión de los hechos.
Dentro de los hechos ocurridos durante los últimos años, vamos a citar uno de ellos, que merece la confianza de los demás por su renombre internacional y las bases morales, intelectuales y técnicas que lo avalan.
Nos referimos al profesor Silas Newton, famoso astrofísico y director del observatorio North Western, que en la Universidad de Denver, USA, ante un seleccionado núcleo de personas responsables lanzó un desafío público al ATIC ( Air Technical Intelligence Center), organismo investigador oficial de la Fuerza Aérea de USA, a que desmintiera sus palabras, con respecto a que había sido capturado un disco volador casi intacto, con todos sus mecanismos y maquinarias completos, que había caído en Alamo Gordo, en el desierto de Nuevo México de USA, lugar éste donde precisamente los científicos norteamericanos realizaban sus experiencias atómicas pudiendo asegurar que su origen era extraterrestre.
Dicha nave había caído dentro del campo de experimentación, el que de inmediato fue rodeado por tropas especiales y un conjunto muy limitado de ingenieros y expertos del lugar -la mayoría de ellos nucleares-, tomó a su cargo la investigación de los hechos, cerrando totalmente la posibilidad de que cualquier información pudiera escapar al conocimiento del reducido grupo técnico oficial.
Equipos especiales sobre radiactividad, portadores de herramientas y aparatos diversos, amén de especialistas del ATIC, con asiento en la Base Aérea Wright Patterson de Dayton, en el estado de Ohaio, fueron enviados al lugar del hecho abocándose inmediatamente a una profunda investigación sobre el disco volador. Quedaron sumamente intrigados al no hallar ninguna puerta de acceso a la aeronave, salvo algunas escotillas de tamaño reducido por las que sólo un ser muy pequeño podría pasar y comprobando que faltaba una de ellas, probablemente debido a un desprendimiento.
De inmediato surgió un detalle que sorprendió sobremanera a los técnicos y científicos...

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